Hay Recuerdo, hay memoria y hay crónica.
 
El recuerdo no es de fiar, porque llega tamizado por el filtro del corazón (no sin razón viene del latín re-cordis, volver a pasar por el corazón). La memoria, a su vez, depende en ocasiones de prismas sociohistóricos en continua evolución. Solo la crónica objetiva de momentos concretos permite una reflexión serena del espectador sobre cada imagen que le es mostrada. Una reflexión que nos permite a todos extraer nuestra propia conclusión, ajena a lo previamente mascado, digerido y, en ocasiones, hasta vomitado por otros en estos tiempos de crispación tan necesitados de sosiego.
 
Las obras de María Rosa cobran hoy especial relevancia al ser fruto de un doble esfuerzo que, en un primer momento, tiene lugar a raíz de la elección del motivo para, en un segundo estadio, parir una obra en grafito (la técnica visual más cruda, desnuda y sincera) con el objetivo de llevar al espectador a ese momento de introspección reflexiva que dará lugar a tantas conclusiones como personas estén contemplando.
Las obras de María, siendo comprometidas, no se alimentan del artificio de la fácil crueldad. Son sutiles para el tiempo que retratan, y lanzan un mensaje que, respetando el criterio de cada espectador, muestran lo que ocurrió sin recurrir a excesos u otros recursos que, lejos de convencer, polarizarían. Narrativa visual sobre un tiempo concreto –todo tiempo resulta, una vez transcurrido, concreto o al menos susceptible de ser concretado- que, como la poesía de Miguel Hernández a que se vinculan, no se entiende sin el pueblo que retratan, sin las circunstancias que no quedó más remedio que sobrevivir.
 
 
 
Luis Antelo
 
 
 
«VIENTOS DEL PUEBLO NOS LLEVAN»
MARÍA ROSA ARÁNEGA
16/1/2025 - 15/2/2025
 
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