La obra de Juan Aragonés es un homenaje al paseante y habitante de las ciudades.
Habla de realidad y ficción o de verdad y trampa. Genera atmósferas forzadas y transforma la realidad fotográfica consiguiendo otorgar a la imagen impresa de las dimensiones de las que carece. Y lo hace de tal forma, que crea un nuevo punto de vista sobre las imágenes originales, sin que estas pierdan la esencia primaria de dos dimensiones.
La relación entre ciudad y ficción es muy estrecha para él, ya que enEende la ciudad como un objeto que transmuta y cambia a lo largo del día por la incidencia de la luz y por el paso del Eempo que recorre sus calles.
Los paisajes ficticios y las puertas imposibles hablan del constante cambio y tránsito por el que el Eempo circula en una única dirección.
La arquitectura es la rugosidad y textura de las ciudades, las muelas con las que masEca su propia contaminación. Es la que visualmente, transforma, construye y destruye las urbes y también la vesEmenta principal de esta exposición.
No se olvida de lo estéEco, de la belleza de las líneas que las estructuras arquitectónicas aportan al paisaje urbano, líneas que el arEsta moldea, cambia y recorta arbitrariamente para generar y forzar perfiles urbanísEcos imposibles para la gravedad, pero perfectamente construibles para el ojo.
La perspecEva es la gran aliada o colaboradora de toda la colección, ayudando al observador a modificar las obras en función del ángulo de visión, hasta el punto de que el ojo se convierte en constructor o destructor de las imágenes.