Para Romina Rivero, la vértebra es un símbolo de vulnerabilidad y, al mismo tiempo, pura potencia liberadora. Los huesos en su obra parten de una experiencia personal ligada a la sanación, física y espiritual. Representan la lucha desde lo íntimo, entendiendo el cuerpo como una extensión de la interioridad capaz de sobreponerse a los dominios externos que le subyugan y constriñen. Los hilos muestran la posibilidad de reparación física al tiempo que representan las tensiones, internas y externas, entre el cuerpo individual y el que ha sido construido institucionalmente mediante sistemas de poder y control vital. El trabajo de Rivero crece hacia una reflexión global sobre el dolor de los cuerpos, su capacidad de regenerarse y contemplar sus cicatrices, su belleza y multiplicidad.
La exposición reúne un conjunto de piezas multidisciplinares, desde el 2017 hasta actualidad, que expresan las preocupaciones de la artista a través de fragmentos anatómicos marcados por diversas heridas: la del duelo, sepultada durante la pandemia y tan presente hoy con la Dana; la del trabajo, repleta de horas interminables en las que los sujetos se convierten en máquinas; la de la guerra, conformada por cientos de víctimas que abanderaron y abanderan la lucha; la de género, llena de mujeres que sufrieron y siguen sufriendo la injusticia, la persecución y el cercenamiento de sus derechos y libertades; la de la religión, origen de la culpa cristiana y herramienta de manipulación del pensamiento; la de la salud, infligida mediante el engaño, la corrupción médica y el control de las farmacéuticas.
Nerea Ubieto